Aquí os dejo la entrevista que tras la lectura de La Tabla de Flandes consiguió realizar nuestra alumna María López, de 1º de Bachillerato A, a uno de los escritores más conocidos de nuestro país y miembro de la RAE:
Entrevista
a Arturo Pérez-Reverte
De
todas sus novelas, ¿cuál o cuáles le han dejado mejor sabor de
boca?
Todas
dejan mal sabor de boca. Es un trabajo duro, y al final siempre queda
una sensación de derrota, de divorcio, de vacío. Dos años de tu
vida en trescientas páginas de papel y tinta, con todas las
ilusiones iniciales diluidas por la rutina del trabajo de días y
meses y años. Al acabarlas, uno sabe siempre que pudo escribirlas
mejor. Son los lectores los que lo consuelan a uno.
¿Por
cuál de sus novelas le gustaría ser recordado?
No
sé si me recordarán por algo, ni me interesa demasiado. Aunque
supongo que, cuando palme, el titular será: “Murió el padre de
Alatriste”. Y no es mal epitafio.
¿En
qué momento del día se sienta a escribir?
Si
no estoy de viaje, por la mañana, cada día a las 08,00 y trabajo
hasta las 15,00 más o menos. Por la tarde leo o corrijo. Trabajo
cada día que estoy en casa, laborables o festivos, menos los jueves,
que voy a la RAE. Como vivo en la sierra, a cuarenta km. de Madrid,
nadie me incomoda.
Me
gustaría hacer una referencia a La Tabla de Flandes y criticar el
personaje del ajedrecista, que reúne todos los tópicos que
habitualmente caen en los jugadores de ajedrez. ¿No podía haber
evitado estos tópicos o realmente piensa que los jugadores de
ajedrez son tan patéticos como los describe?
No
creo que la palabra patético sea aplicable al jugador Muñoz, pero
como lectora y tal vez ajedrecista es usted muy dueña. Permítame
imaginar que eso no es corriente, pues todos cuantos conozco, que son
muchos, lo que desean siempre es ganar. Otra cosa es que Muñoz
participe de rasgos comunes, frecuentes entre los que tienen su
afición. Por eso, en cuanto a “incurrir en tópicos” como algo
negativo para la novela, no puedo estar de acuerdo con usted. Algunos
tópicos lo son porque corresponden a realidades, y por eso se
convierten en tales. Más tópico es el anticuario César, por
ejemplo, y eso no impide que yo conozca a varios anticuarios que
encajen perfectamente en ese personaje. Precisamente el ajedrez está
lleno de gente que corresponde, muchas veces, a esas características
que usted llama tópicas. No por eso son personajes menos reales, ni
novelables. Se lo dice un jugador de ajedrez mediocre, con amigos
ajedrecistas de mérito razonable, e hijo de un jugador de ajedrez
bastante notable, con trofeos y todo. En el que, por cierto, me
inspiré para construir algunos rasgos psicológicos del jugador
Muñoz.
Si
llegara sediento con su barco a una isla casi desierta, ¿quién le
gustaría que estuviera allí con una jarra de agua fresca que
pudiera apagar su sed? Y si esa persona sólo tuviera un libro, ¿cuál
le gustaría que tuviera?
Mónica
Bellucci con un Quijote, para cuando se nos acabara la conversación.
Pero incluso sin libro podría arreglármelas, supongo.
La
fama le ha dado muchas cosas ¿cuáles le ha arrebatado? y
¿escribiría para mantenerla a cualquier precio?
En
algunos lugares, me ha arrebatado intimidad. Y la posibilidad de
sentarme a observar a la gente mientras paso inadvertido. Aunque
procuro seguir haciéndolo cuanto puedo. Por lo demás, como dije
antes, la fama, en mi caso, sólo sirve para que te den mejores mesas
en los restaurantes.
Si
tuviera que dar a algún escritor novel un consejo, ¿cuál sería?
¿Existe realmente tal consejo?
Leer
mucho, practicar mucho, romper mucho y no tener ninguna prisa en
publicar. Las prisas mataron a muchos escritores que pudieron ser
buenos. Y sobre todo, no escribir nunca para los suplementos
literarios, sino para los lectores y para uno mismo.
¿No
echa de menos, en algún momento, su etapa de reportero de guerra?
No.
Ese tiempo y esos reporteros ya no existen. Los mató la conexión en
el directo y el teléfono móvil. Ahora es distinto, sólo hay que
ver los telediarios. Por eso me fui, entre otras cosas. Lo que echo
de menos es mi juventud, claro. Y lo que ésta hizo posible.
Imagínese: joven, mochila, guerras a la manera de toda la vida y el
mundo por delante. Ni siquiera había Sida, figúrese. Pero no. Sin
duda es usted joven. No creo que se lo figure.
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