martes, 7 de junio de 2016



Aquí os dejo la entrevista que tras la lectura de La Tabla de Flandes consiguió realizar nuestra alumna María López, de 1º de Bachillerato A, a uno de los escritores más conocidos de nuestro país y miembro de la RAE:

Entrevista a Arturo Pérez-Reverte

De todas sus novelas, ¿cuál o cuáles le han dejado mejor sabor de boca?
Todas dejan mal sabor de boca. Es un trabajo duro, y al final siempre queda una sensación de derrota, de divorcio, de vacío. Dos años de tu vida en trescientas páginas de papel y tinta, con todas las ilusiones iniciales diluidas por la rutina del trabajo de días y meses y años. Al acabarlas, uno sabe siempre que pudo escribirlas mejor. Son los lectores los que lo consuelan a uno.
¿Por cuál de sus novelas le gustaría ser recordado?
No sé si me recordarán por algo, ni me interesa demasiado. Aunque supongo que, cuando palme, el titular será: “Murió el padre de Alatriste”. Y no es mal epitafio.
¿En qué momento del día se sienta a escribir?
Si no estoy de viaje, por la mañana, cada día a las 08,00 y trabajo hasta las 15,00 más o menos. Por la tarde leo o corrijo. Trabajo cada día que estoy en casa, laborables o festivos, menos los jueves, que voy a la RAE. Como vivo en la sierra, a cuarenta km. de Madrid, nadie me incomoda.

Me gustaría hacer una referencia a La Tabla de Flandes y criticar el personaje del ajedrecista, que reúne todos los tópicos que habitualmente caen en los jugadores de ajedrez. ¿No podía haber evitado estos tópicos o realmente piensa que los jugadores de ajedrez son tan patéticos como los describe?
No creo que la palabra patético sea aplicable al jugador Muñoz, pero como lectora y tal vez ajedrecista es usted muy dueña. Permítame imaginar que eso no es corriente, pues todos cuantos conozco, que son muchos, lo que desean siempre es ganar. Otra cosa es que Muñoz participe de rasgos comunes, frecuentes entre los que tienen su afición. Por eso, en cuanto a “incurrir en tópicos” como algo negativo para la novela, no puedo estar de acuerdo con usted. Algunos tópicos lo son porque corresponden a realidades, y por eso se convierten en tales. Más tópico es el anticuario César, por ejemplo, y eso no impide que yo conozca a varios anticuarios que encajen perfectamente en ese personaje. Precisamente el ajedrez está lleno de gente que corresponde, muchas veces, a esas características que usted llama tópicas. No por eso son personajes menos reales, ni novelables. Se lo dice un jugador de ajedrez mediocre, con amigos ajedrecistas de mérito razonable, e hijo de un jugador de ajedrez bastante notable, con trofeos y todo. En el que, por cierto, me inspiré para construir algunos rasgos psicológicos del jugador Muñoz.

Si llegara sediento con su barco a una isla casi desierta, ¿quién le gustaría que estuviera allí con una jarra de agua fresca que pudiera apagar su sed? Y si esa persona sólo tuviera un libro, ¿cuál le gustaría que tuviera?
Mónica Bellucci con un Quijote, para cuando se nos acabara la conversación. Pero incluso sin libro podría arreglármelas, supongo.

La fama le ha dado muchas cosas ¿cuáles le ha arrebatado? y ¿escribiría para mantenerla a cualquier precio?
En algunos lugares, me ha arrebatado intimidad. Y la posibilidad de sentarme a observar a la gente mientras paso inadvertido. Aunque procuro seguir haciéndolo cuanto puedo. Por lo demás, como dije antes, la fama, en mi caso, sólo sirve para que te den mejores mesas en los restaurantes.

Si tuviera que dar a algún escritor novel un consejo, ¿cuál sería? ¿Existe realmente tal consejo?
Leer mucho, practicar mucho, romper mucho y no tener ninguna prisa en publicar. Las prisas mataron a muchos escritores que pudieron ser buenos. Y sobre todo, no escribir nunca para los suplementos literarios, sino para los lectores y para uno mismo.

¿No echa de menos, en algún momento, su etapa de reportero de guerra?
No. Ese tiempo y esos reporteros ya no existen. Los mató la conexión en el directo y el teléfono móvil. Ahora es distinto, sólo hay que ver los telediarios. Por eso me fui, entre otras cosas. Lo que echo de menos es mi juventud, claro. Y lo que ésta hizo posible. Imagínese: joven, mochila, guerras a la manera de toda la vida y el mundo por delante. Ni siquiera había Sida, figúrese. Pero no. Sin duda es usted joven. No creo que se lo figure.