Táliama
es una princesa de la comarca de Bucho, tiene diecisiete años, ella
es tímida, pero con buen corazón, y es muy aventurera y siempre se
mete en líos. Tiene el pelo largo y castaño, su piel es morena como
la arena, sus ojos son azules y su nariz boca son refinadas, sus
orejas pequeñas y curvadas, tiene un cuello corto, que une su cabeza
con el cuerpo delgado y piernas y brazos muy flexibles; siempre va
con una camiseta de flores y pantalones cortos y marrones, con unas
zapatillas brillantes. Siempre lleva con ella un amuleto de una flor
morada, ese amuleto se lo dieron sus padres, (su madre que era Malia
y su padre Pamolio) aunque ahora no lo tiene, porque unos dragones se
lo robaron. Táliama, aunque sea muy aventurera, no termina de estar
convencida de ir a por su amuleto, ya que lo tienen los dragones, a
ella no le darían miedo si no fuera porque, en su infancia los
dragones cuando ella tenía solamente siete años, destrozaron su
casa y se llevaron su amuleto, hasta ahora no ha sido capaz de ir a
por él, pero como es ya casi mayor de edad ha decidido adentrarse en
el Bosque Viejo, y llegar a la cueva del dragón para conseguir de
nuevo su amuleto. Al fin, el día veintisiete de julio del año 2325,
Táliama salió de su casa y llegó al Bosque Viejo, era un bosque
inmenso, con árboles muy altos (sobre todo pinos), había también
troncos viejos y secos que daban miedo.
Ya
llevaba dos horas caminando, entonces, paró un instante para reponer
energía bebiéndose un batido de chocolate (llamado lecolate)
y un pastel que cuyo nombre era Chaquimost;
cuando
terminó tuvo la sensación de que alguien la miraba, pensaba que era
un ogro, pero, en realidad era un ser extraño, al que ella no había
visto nunca, era una especie de enano con forma de balón,
articulaciones muy cortas y dos orejas con forma de pajita que le
sobresalían del cabeza por la parte de arriba, Táliama se le quedó
mirando y en tres segundos aproximadamente se convirtió en un
dragón, la cogió y se la llevó (un gran alivio, porque no tenía
que caminar tanto); la soltaron pensando que iba a llorar o algo por
el estilo pero empezó a darle una lección a eso dragones, de tal
forma que los ató juntos de manos, pies, alas y boca. Su colgante
estaba en perfecto estado, y por lo visto los dragones lo querían
para regalárselos a su vecina, pero no se habían atrevido todavía.
Pero en fin, ella ya lo tenía, pensó que estaba de nuevo en su
casa, y ahí estaba, el colgante era mágico.
Tatiana 1º ESO C
No hay comentarios:
Publicar un comentario